domingo, 31 de mayo de 2009

Enamorada

Llegó a mi vida casi sin hacer ruido y, sin avisar, me cautivó. Me hizo suya. Ni le pertenezco, ni me pertenece, pero... le amo. Le amo profunda y apasionadamente. Adoro la revolución que desata en mí...en mi alma, en mi cuerpo, en mi mente. Adoro la ternura con que me hace feliz y me recuerda que, pese a todo, puedo ser yo. Por eso le amo.

¿Exagero? ¿Desvarío? Puede. Pero es por él que vivo en vez de sobrevivir. Es por él que me estremezco sin necesidad de un roce siquiera... Le amo. Sólo ante él siento que mi corazón lleva las riendas. Sólo ante él me desnudo y tiemblo, me río y tiemblo, acaricio y tiemblo, beso el aire...y tiemblo. Y mis pulmones son labios. Y mis células son piel. Y el miedo se transforma en cosquillas. Le amo.

Sé que él me ama, aunque no me lo crea. Lo siento en el calor de mi vientre y mis mejillas cuando me abraza, cuando dice mi nombre... a veces me hace llorar, pero son lágrimas muy distintas. Son lágrimas de asombro, de rebeldía, de ilusión. Es la vida asomándose a mis ojos . Le amo porque me ama. Me ama porque me enamoré.

Por su amor, nada tiene sentido. Todo es imposible y cierto. Ya no soñaré más...¡no! no necesito soñar más. Sólo vivir, crear, jugar, soplar, besar, caminar con sus dedos en mis dedos. Con los ojos cerrados. De puntillas. Sobre un fino alambre de algodón tejido con orgasmos desconocidos. Es mucho más que el amante perfecto. Lo opuesto a un príncipe azul. Pero hace de mi vida un cuento, una novela, un ensayo, una poesía, un tratado, una película, una enciclopedia, un drama, un circo... una obra de teatro aún por comenzar.

Le amo, y sé que siempre estará ahí. Lo veo en mis ojos.